La Aldea

El 'show' de Marcelo

Las vacunas, como todo avance científico, pertenecen a quien las desarrolla, a las empresas o gobiernos que invierten en investigación científica. ¿A quién acusa México de acaparamiento?

Hace un par de días, en una de las representaciones escénicas a que nos tiene acostumbrados esta administración, el canciller Marcelo Ebrard anunció pomposamente que presentará una denuncia ante la ONU (Organización de las Naciones Unidas) por acaparamiento de vacunas.

Llama la atención el discurso que nos regresa a la era del Diálogo Norte-Sur o el Grupo de los 77. Algunas reflexiones para entender en contexto la insensatez de la denuncia:

¿La ONU produce vacunas? ¿Las distribuye a nivel internacional? Más allá del Covax, que es ciertamente una iniciativa multinacional, la ONU carece de jurisdicción alguna para un tema de esta naturaleza.

Las vacunas, como todo avance científico en el mundo, pertenecen a quien las desarrolla, a las empresas o gobiernos que invierten en investigación científica.

Estados Unidos puso sobre la mesa a Pfizer mil millones de dólares para acelerar la producción de su planta en territorio americano, y para garantizar el suministro primario a la sociedad estadounidense. El gobierno de Alemania está furioso porque resulta que Pfizer produce su vacuna en alianza y sociedad con BioNTech, una empresa alemana propiedad de dos inversionistas turcos, a quienes por cierto, tampoco les han enviado suficientes dosis de vacunas.

El gobierno americano se aseguró de tener las primeras dosis y ofrecer cobertura a la mayor parte de su población. Lo mismo sucedió con Moderna, por una simple y sencilla razón: invirtieron en investigación y desarrollo científico.

¿A quién acusa México de acaparamiento de vacunas?

¿Existe una vacuna mexicana? Ya hasta nombre le puso el presidente (vacuna Patria), típico de nuestros políticos. Inauguramos la obra antes siquiera de que la construcción haya concluido.

La queja absurda de que los laboratorios ganan mucho dinero por desarrollar los medicamentos y detentan las patentes por años, lo que les permite hacer enormes negocios. Cierto, pero resulta que invierten miles de millones en investigación y pruebas para tener medicamentos y vacunas con resultados garantizados.

El gobierno de México redujo el presupuesto del Conacyt por dos años consecutivos y designó al frente a una lamentable dama quien afirma que la ciencia tiene ideología, y que invertir en proyectos de investigación, becas y estudios en el extranjero, es hacer ciencia fifí y burguesa. De ese tamaño. ¿Recuerda usted los ventiladores del Conacyt al principio de la pandemia? Esa aportación significativa para resolver el delicado tema de los respiradores para enfermos crónicos de Covid, se convirtió en otra entelequia que terminó en unos fuelles inútiles que ponían en grave riesgo la vida de los pacientes, según la opinión de varios médicos.

Entonces, ¿con qué argumento se queja nuestro gobierno, en el ridículo máximo ante un organismo internacional, de acaparamiento de vacunas? ¿Acaso nosotros producimos, invertimos, investigamos para lograr la nuestra? La vacuna Patria será como el prometido sistema de salud nórdico, o como los 500 mil millones producto de la corrupción. ¿Dónde está todo eso? Discurso ramplón y propagandístico.

El presidente apareció el pasado martes para acusar a la empresa PISA de orquestar una campaña en su contra por el medicamento para niños con cáncer que, como usted sabe, escaseó y desapareció del abastecimiento de clínicas y hospitales. Los llamó monopolizadores, acaparadores porque aseguró, tienen el medicamento y no lo liberan.

Alguien debiera pasarle una tarjeta al presidente para evitar el ridículo e informarle: fue la Cofepris, esa distinguida y eficiente dependencia gubernamental, que canceló la línea de producción en PISA para dicho medicamento y al ya existente –como establece la ley– le prohibió sacarlo al mercado.

El presidente los acusa de lo que el propio gobierno es responsable, mientras cientos de niños con cáncer han retrasado su medicamento, interrumpido su tratamiento o incluso aumentado el nivel de gravedad de su condición.

Y aquí jugamos al show de la política. El canciller lleva el caso ante la ONU para acusar ¿a quién, de qué? Sólo para hacer un espectáculo en la defensa de los derechos globales por acceso equitativo a la vacuna. Mientras el mismo gobierno es incapaz de garantizar el suministro de medicamentos esenciales para tratamientos crónicos por torpeza, por ignorancia, por corrupción flagrante en la Cofepris.

La investigación científica seria paga con enormes beneficios los avances de la inversión.

Recortar presupuestos a la investigación, desdeñar a la ciencia, menospreciar a los científicos, acallar las voces críticas de investigadores quienes señalan los desatinos de la administración, amenazar a los expertos que elevan la voz por el riesgo de vidas no representa a un gobierno serio, responsable, profesional.

Sobran los testimonios de médicos y profesionales que han sido amenazados por revelar los desabastos, denunciar las crisis recurrentes por carestía de medicamentos y suministros, por cancelación de proyectos. La experimentada responsable del programa de vacunación universal en México, amenazada de no hablar para explicar su salida de la Secretaría de Salud, seguramente en protesta por un plan de vacunación con tintes electorales.

Aquí nadie salva vidas ni se prioriza la salud de los mexicanos. Aquí se hace política, de preferencia electoral. Si el chiste son los votos, no las vidas.

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